Jauretche es un pensador cuyas ideas se siguen discutiendo, cuyos libros se siguen leyendo y, en tal sentido, es un hombre que tiene un mensaje para la Argentina de hoy y que sigue poniendo en alerta acerca de los peligros de que se adormezca el pensamiento nacional. Su aproximación a los problemas está signada por un pragmatismo marcado pues, como siempre señalaba, lo que buscaba era “mejorar la suerte de mis paisanos”, como afectuosamente llamaba a los que se ganaban el sustento con el duro trabajo físico. Desde que su posición ideológica fue definiéndose con el alejamiento del conservadorismo y el ingreso al radicalismo, identificó a la política nacional como aquélla que buscaba el bien del país, que no era otro que el bien de la mayoría, de los sectores populares. Cuando realizaba su propuesta de utilizar debidamente el intelecto, se refería a no quedarse en un puro filosofar, sino en hacer la actividad intelectual para encontrar soluciones a los problemas nacionales. No fue un filósofo en el sentido del hombre que busca la verdad por sí misma, pues siempre la vio como un instrumento para lograr la grandeza del país y la felicidad del pueblo.
Arturo
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